Cuando tenia 8 años me gustaba sentirme que era una princesa hermosa que podía tener siempre todo lo que quería cuando quisiera, siempre había tenido una buena posición social y mi familia siempre había tenido dinero, tenia lujos y podía ser la princesa de mis padres.
Pero eso termino cuando cumplí los 9 años de edad, una carta llego a mi hogar, mi ama de llaves recibió la carta y fue a entregármela a mi habitación, línea tras línea de tinta me dio a saber que mi vida ya no seria la misma, que mi vida se derrumbaba y que mi reino se destruía.
Caminaba por las calles del pueblo de la mano de mi ama de llaves, con un atuendo negro mientras ante mi se mostraba una carrozas fúnebre, que llevaba dos ataúdes en su interior. La gente me miraba y se acercaba ami diciéndome que lamentaba mi perdida y que si necesitaba algo no dudara en acudir a ellos.
La carroza llegaba a un cementerio donde bajaba a los ataúdes, y los colocaban en unos agujeros en la tierra, mientras la gente lloraba a su alrededor y lanzaba rosas blancas y rojas, mi tía, la hermana de mi madre me tomaba de los hombros y me decía que fuera fuerte y que no llorara, pero yo no hacia tal cosa, no sabia que tenia que hacer, pero… no lloraba.
Mi ama de llaves se acerco a mí y al oído me dijo que me despidiera de aquellas cajas que tapaban con tierra.
— Adiós… Buen viaje… — una pequeña e insignificante lágrima corrió por mi mejilla y fue aparar a mi mano, donde sostenía una rosa blanca y una medallita con una cadena.
— Mel pequeña, arrójala — me dijo mi ama.
— Esta bien — le dedique una sonrisa y arroje la rosa — ya esta.
— Yo siempre estaré contigo, no lo olvides — tomo la cadena de mis dedos y la coloco alrededor de mi cuello — Nunca olvides que ellos siempre te acompañaran aquí - me beso en la frente y con su dedo índice me toco el pecho justo donde se encuentra mi corazón.
— Gracias — tome su mano de nuevo y regresamos por donde habíamos venido.
Desde ahora tenia que dejar de vivir y tenia que sobrevivir.
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